Hoy hace un mes de una nueva experiencia vivida… si en principio fue un contratiempo que nunca hubiera imaginado, terminó siendo una reorganización una puesta a punto de mis capacidades de adaptación. Sé que sin buscar o imaginar situaciones se dieron de manera gratuita y espontánea, me seguí sorprendiendo y gratuitamente sorprendida por los compañeros de camino.

Todo comenzó en mi segundo camino a Santiago de Compostela, el camino portugués. Después de una primera etapa cargada de encuentros, emociones, intuiciones, abandono a lo que el propio camino me fuera dando y con una mochila comenzando a llenar muy lentamente de esos 34 km de esfuerzo, vivencias, contactos y sorpresas…

…y mi camino terminó en ese momento, en Redondela, mis pies no me dejaron continuar con las siguientes etapas, una ampolla en toda la planta de mis pies fueron los calcetines de los siguientes tramos, Pontevedra, Caldas de Reis, Padrón y Santiago de Compostela. En todos las ciudades y municipios curas en centros de salud y con la prohibición de caminar con calzado de senderismo, así es que los pasos se me rompieron, pero mi camino no.

El grupo con el que iba era maravilloso, personas con luz propia, chispa de vida y miradas que sería un atrevimiento describirlas…fascinantes. Así es que mientras este maravilloso grupo hacían el camino, yo iba descubriendo los municipios, donde les esperaba y crecía día a día un encuentro maravilloso. Tiempo risas, comidas…noches de conciertos, bailes…había vibra, mucha vibra…era tiempo de estar.

El último día esperé al grupo en la entrada de Santiago y caminamos junt@s hasta la Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela…Llegar de nuevo a esa plaza con el ritmo e intención del peregrino que llevábamos…fue revivir mi anterior camino…es inexplicable sentir la magia de esa plaza. Hice el camino, el camino me hizo, me vivió…mis pasos fueron otros…

Bendito camino portugués, donde no cabe explicar lo inexplicable. Sé feliz y ama a destajo.